A por el nuevo 'juguetito'

La soledad parecía ser la única compañera de Alexander desde hacía mucho tiempo. La noche anterior había deambulado por las calles, buscando algo con qué entretenerse, puesto el aburrimiento estaba comenzando a mostrarse más y más rutinario, puesto se levantaba a las ocho y media de la mañana para salir a la tienda, poniendo tan solo tres minutos hasta su lugar de trabajo, lugar donde trabajaba como vendedor de mascotas, aunque no estaba encargado de la venta de todas, sino de algunas, y en su mayoría, de aquellas que no presentaban ningún tipo de peligrosidad para la vida humana, o mejor dicho, para los seres que les rodeaban. Aquél trabajo, en resumen, era un completo aburrimiento, porque simplemente no podía utilizar la fuerza bruta con criaturas que apenas se mostraban agresivas y esa era una de las causas por las que envidiaba a los Guardias del Mercado Negro, debido a que éstos, si realizaban malos tratos a las mascotas, simplemente tenían la excusa de que “Se había vuelto loca” – Tsé… Malditos con suerte – bufó completamente molesto mientras avanzaba lentamente, apretando su mandíbula mientras viraba su cuerpo un par de grados a la derecha, terminando por cruzar la calle, pudiéndose percatar de un automóvil que se dirigía a toda velocidad en su dirección, siendo perseguido por un par de patrullas pertenecientes a oficiales. Movió lentamente su mano en dirección al vehículo para hacer que, desde el interior de sus mangas, varias cadenas de hierro salieron directamente hacia aquél automóvil, haciendo que sus llantas reventaran y el transporte se virara en pleno aire y terminara cayendo, de lado, a un par de metros de su ubicación aunque sin detenerse, prosiguió su avance.

La patrulla de oficiales se detuvo delante suyo pero aquél vampiro poco interés tenía en siquiera dirigirles la palabra por lo que simplemente di un brinco por encima del capot del vehículo, escuchando el agradecimiento de uno de los individuos que se ubicaba del lado del co piloto, haciendo que Alexander simplemente bufara de molestia, re tomando su camino directamente, pudiendo apreciar la entrada al lugar en tan solo dos minutos más tarde. Sus orbes verde azulados se volvieron completamente fríos apenas tuvo frente por frente aquella edificación, disponiéndose a andar lentamente segundos más tarde – ¡Aquí estamos! La pocilga de la mafia – chilla divertido, con ambas manos dentro de sus bolsillos y pudiéndose escuchar aquél sonido metálico proveniente desde el interior de sus prendas – ¡Vamos! ¿Quién me atenderá aquí? – refunfuñó hasta ubicarse frente al mostrador, observando detenidamente alrededor hasta ver una especie de libreta cómo las que había en la Pet Shops, tomándola para mirar las mascotas que allí había, notando cómo la figura de aquella dama se encontraba allí, Mila, una tigresa de físico realmente atractivo, uno bastante a decir verdad por lo que podía apreciar en aquellas fotos que se ubicaban adjuntadas a la ficha del personaje. Sus labios se entre abrieron de forma lenta consiguiendo que su lengua lentamente se pasase por el labio inferior relamiendo éste de forma lenta comenzando a imaginarse las posibles noches divertidas que pasaría con aquella muchacha sintiendo que tenía la necesidad de saborear lentamente el soma que ella pudiera proporcionar haciendo lo que fuera necesario para obtenerlo. Su mirada se volvió hasta los formularios que había allí que, para su suerte, eran similares a los que se utilizaban en la tienda de mascotas en la cual él trabajaba – Estúpidos mafiosos… Copiando nuestro sistema de formulación – bufa una vez más, molesto ante aquella situación, tomando un trozo de metal para que, luego de haber herido la yema de su dedo y utilizando su propia sangre, completase el la hoja de papel con una tinta roja que, secándose, se tornaba un tanto oscura – Quiero a ésta chica ahora mismo – murmura fríamente, dejando el formulario sobre el mostrador al notar una presencia acercarse lentamente – Que ustedes no merecen tener a una chica como ella bajo su custodia, asquerosos abusivos – dice con frialdad total firmeza, entregándole el papel y virándose, acomodándose de espaldas al mostrador, cruzando sus brazos.

Su persona se encontraba tomando el típico café de la mañana. Sentado sobre sus rodillas y apoyando éstas sobre un cojín que allí mismo se encontraba. Hacía ya demasiado tiempo que no disfrutaba de algo tan relajante, algo que gustaba de realizar continuamente pero viéndose afectado con el hecho de que ahora, debía encargarse de atender aquella tienda, el Mercado Negro, puesto estaba con falta de personal y, al ser el encargado de llevar a cabo los secuestros ahora debía también encargarse de la venta de las mismas mascotas que eran residentes en aquél lugar. Su mirada se mantenía oculta bajo la sombra de aquél sombrero completamente negro, el cual poseía una franja naranja en todo el contorno de su figura. Sus orbes afilados se entre cerraron mínima mente al sentir la puerta del local abrirse, lo cual obligó al demonio a levantarse y comenzar a caminar suavemente, pudiéndose notar cómo sus pasos sonaban suavemente contra el suelo de madera que era poseído por aquella habitación en la que se encontraba – ¿Por qué tanto ruido? – emite aquellas palabras para luego suspirar con sumo cuidado, notando cómo el camaleón que se ubicaba sobre su sombrero, León, se removía mínima mente dando la vuelta a aquella prenda que el hombre poseía, la cual hacía juego con su traje completamente negro compuesto por un saco de vestir del mismo color y con juego en su pantalón de vestir junto a los zapatos de gala, llevando una camisa de color naranja combinada con la franja de su sombrero y en contraste con la corbata oscura.

Sus pasos se detuvieron, segundos más tarde, cuando hubiera sobre pasado el umbral de la puerta, notando cómo la paz estaba siendo alterada por un peliplata de prendas negras. Entre abrió sus labios con lentitud mientras seguía su avance, brincando sobre el taburete que se encontraba detrás del mostrador, para luego impulsarse desde éste y subir hasta el mencionado, dejando que su mirada se posara sobre aquél chico que parecía estar en contra de los mafiosos. Aquellas palabras en efecto, le desagradaban de forma considerable las palabras que estaba empleando aquél ser para referirse a su empleo... O mejor dicho, a su vida porque aquella era su vida ahora, la vida de un mafioso se había convertido en la forma de vida de aquél ser que, si fuera otra la situación, tendría una bala en medio de su frente y poco le importaba a aquél demonio la raza del contrario porque no descansaría hasta verle muerto. Se mantuvo expectante, observando cómo analizaba aquél catálogo donde las pets estaban colocadas por orden de registro, un número entregado a cada mascota cada vez que era ingresada en el Mercado. Lentamente fue posando su vista en sus acciones, suspirando una vez más al notar cómo era que escribía con sangre aquello. Pasó su mirada suave pero ligeramente por aquella nota para asentir con tranquilidad – Todo en orden – terminó anunciando, moviéndose hasta poder tomar el tubo telefónico – Aquí Reborn. Envíame a la tigresa Mila ahora mismo que nuestro "querido" Alexander Nikolaevich está aquí... – tras decir aquello, colgó el tubo para luego sellar y guardar la compra, dando por finalizada la transacción – Si cambia de opinión solo avíseme – añadió antes de lanzarse hasta el sofá, acomodándose en éste y posando su vista en la nada.